Para qué soñamos
http://www.eduardpunset.es/blog/?p=82
leamos un poco al dios punset XD ya ke su programa lo hacen a horas intempestivas XD
Acabo de descubrir en Boston -donde he conversado con varios científicos-, que las pesadillas no son sueños. Cuando las padecemos, no ocurren en el periodo que llamamos REM, característico de los sueños. A algunos les puede servir de consuelo saber que, a partir de los treinta años, las pesadillas suelen desaparecer con sus secuelas horribles de latidos desenfrenados, respiración cortada y sudores fríos. ¿Habéis visto alguna vez el cuadro de Henry Fuseli, en el Instituto de las Artes en Detroit, la cabeza chata de un caballo con los ojos salidos detrás de una cortina, en el dormitorio donde un íncubo patina en el pecho de una mujer extenuada? Una pesadilla en el siglo XVIII.
He identificado en ese viaje dos ideas interesantes que tienden a corroborar algunos de mis presentimientos y que se complementan entre ellas. La primera tiene que ver con los sueños. Los psicoanalistas se habían equivocado intentando interpretar los sueños. Era una tarea inútil, tediosa y, a menudo cruel. Casi siempre la madre acababa teniendo la culpa de lo que le pasaba al niño. O peor todavía: la culpa era del paciente.
Ahora sabemos que durante los sueños el cerebro utiliza una buena parte de la energía consumida para reordenar y clasificar las memorias y recuerdos acumulados durante el día. Por lo menos entrevemos algunas de las cosas en las que utiliza tanta energía disponible -un 20% de la energía global-, porque para ver lo que ve del Universo no hace falta tanta. No ve casi nada de lo que hay fuera.
La idea complementaria de la anterior sugerencia nos lo suministran los últimos descubrimientos de la neurociencia. El cerebro no ve o ve muy mal lo que hay fuera; pero no para de pensar y de predecir y de imaginar. Cuando dormimos, el cerebro amaina un poco su actividad pero muy poco: sigue consumiendo un 80% de su energía disponible.
Si no escruta la realidad que hay fuera, ya me diréis qué hace. Se dedica, por ejemplo, a dividir a los humanos en “ellos” y “nosotros” utilizando conceptos simbólicos como derechas, izquierdas, católicos, hutus, tutsis, islámicos, del Madrid o del Barça. Todos de la misma especie pero enfrentados como si pertenecieran a especies distintas. ¿A qué otras cosas se dedica el cerebro?
Para eso servirá el estudio de los sueños. La necesidad de seguir observándolos y estudiándolos radica en que nos ayudarán a comprender mejor nuestro cerebro. Ahora sabemos que ve menos de lo que pensábamos. No es de extrañar, pues, que nos equivoquemos tantas veces diciendo que algo es blanco a pesar de ser negro. Pero también sabemos que piensa e imagina y siente más de los que pensábamos. Tiene tiempo y energía para fabricar entelequias que no hemos visto.
Yo presentía lo anterior desde hace tiempo. Hay mucho más de elucubración y pensamiento amasado en lo que mueve a la gente, que de percepción nítida de la realidad. A lo mejor esto nos ha ayudado a sobrevivir, pero debería hacernos algo más modestos.
leamos un poco al dios punset XD ya ke su programa lo hacen a horas intempestivas XD
Acabo de descubrir en Boston -donde he conversado con varios científicos-, que las pesadillas no son sueños. Cuando las padecemos, no ocurren en el periodo que llamamos REM, característico de los sueños. A algunos les puede servir de consuelo saber que, a partir de los treinta años, las pesadillas suelen desaparecer con sus secuelas horribles de latidos desenfrenados, respiración cortada y sudores fríos. ¿Habéis visto alguna vez el cuadro de Henry Fuseli, en el Instituto de las Artes en Detroit, la cabeza chata de un caballo con los ojos salidos detrás de una cortina, en el dormitorio donde un íncubo patina en el pecho de una mujer extenuada? Una pesadilla en el siglo XVIII.
He identificado en ese viaje dos ideas interesantes que tienden a corroborar algunos de mis presentimientos y que se complementan entre ellas. La primera tiene que ver con los sueños. Los psicoanalistas se habían equivocado intentando interpretar los sueños. Era una tarea inútil, tediosa y, a menudo cruel. Casi siempre la madre acababa teniendo la culpa de lo que le pasaba al niño. O peor todavía: la culpa era del paciente.
Ahora sabemos que durante los sueños el cerebro utiliza una buena parte de la energía consumida para reordenar y clasificar las memorias y recuerdos acumulados durante el día. Por lo menos entrevemos algunas de las cosas en las que utiliza tanta energía disponible -un 20% de la energía global-, porque para ver lo que ve del Universo no hace falta tanta. No ve casi nada de lo que hay fuera.
La idea complementaria de la anterior sugerencia nos lo suministran los últimos descubrimientos de la neurociencia. El cerebro no ve o ve muy mal lo que hay fuera; pero no para de pensar y de predecir y de imaginar. Cuando dormimos, el cerebro amaina un poco su actividad pero muy poco: sigue consumiendo un 80% de su energía disponible.
Si no escruta la realidad que hay fuera, ya me diréis qué hace. Se dedica, por ejemplo, a dividir a los humanos en “ellos” y “nosotros” utilizando conceptos simbólicos como derechas, izquierdas, católicos, hutus, tutsis, islámicos, del Madrid o del Barça. Todos de la misma especie pero enfrentados como si pertenecieran a especies distintas. ¿A qué otras cosas se dedica el cerebro?
Para eso servirá el estudio de los sueños. La necesidad de seguir observándolos y estudiándolos radica en que nos ayudarán a comprender mejor nuestro cerebro. Ahora sabemos que ve menos de lo que pensábamos. No es de extrañar, pues, que nos equivoquemos tantas veces diciendo que algo es blanco a pesar de ser negro. Pero también sabemos que piensa e imagina y siente más de los que pensábamos. Tiene tiempo y energía para fabricar entelequias que no hemos visto.
Yo presentía lo anterior desde hace tiempo. Hay mucho más de elucubración y pensamiento amasado en lo que mueve a la gente, que de percepción nítida de la realidad. A lo mejor esto nos ha ayudado a sobrevivir, pero debería hacernos algo más modestos.
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