Política y neurología de la creatividad
http://www.eduardpunset.es/blog/?p=76
un post de noviembre ke pasé por alto vilmente.. XD
Como ocurre a menudo, se aprende más a raíz de las preguntas que le plantean a uno los demás, que de la propia reflexión o ensimismamiento.
- ¿Qué opina de las elecciones catalanas?
- Pues la verdad, llevo varios días en Gran Bretaña entrevistando a científicos para REDES y no las he seguido con suficiente detalle.
- Pero ¿cuál es su opinión? -insistió mi interlocutor telefónico-.
- Mire, es más fácil transformar a Cataluña en una gran potencia industrial que adecuar su sistema político a las necesidades del nuevo siglo. La política es un fenómeno cultural y los cambios culturales son muy lentos; desde luego mucho más lentos que los cambios técnicos. Yo no me pondría nervioso.
Cuando colgué el teléfono, pensé en todo lo que le haría falta a mi interlocutor para esbozar esa adecuación del sistema político a las nuevas necesidades. No se trataría de buscar respuestas geniales sino, simplemente, de ser creativo. Pero ¿conocemos ya las condiciones necesarias para pensar o actuar creativamente? Afortunadamente para mi interlocutor -si quiere tomarse la molestia-, empezamos a saber alguna cosa. Lo más original y convincente nos llega de las investigaciones de aquellos que han buscado en las artes y la ciencia, simultáneamente, las fuentes del pensamiento creativo.
Resulta que de acuerdo con la distinción establecida por el neurólogo Simon Baron-Cohen entre los diferentes sexos -más empatizadoras las mujeres y más sistematizadores los hombres-, los artistas son empatizadores y los científicos tienen dificultades en ponerse en lugar del otro. En contra de las apariencias, se da un mayor porcentaje de creativos entre los artistas que entre los científicos. El primer requisito para que mi interlocutor telefónico pudiera dar con una solución creativa al actual marasmo político consistiría, pues, en que supiera empatizar con las necesidades y problemas de los demás. Le debería importar en mayor medida lo que pasa por la cabeza de la gente que el perfeccionamiento de la maquinaria y futuro de su partido.
La segunda cosa que acabamos de descubrir tiene que ver con unos circuitos cerebrales responsables de que podamos leer en paz un libro en un tren abarrotado de gente que circula a grandes velocidades.
- Eduardo, por favor, ¿qué tiene que ver esto con el diseño creativo de un modelo político para Cataluña? -me dirán algunos.
Pues muchísimo. Gracias a estas investigaciones sabemos, por lo menos, quienes no podrán diseñar este modelo creativo. El mecanismo en cuestión funciona del siguiente modo: en el cerebro hay unos inhibidores latentes que eliminan gran parte de la información o ruido que no tiene nada que ver con lo que estamos haciendo en un momento dado: leer un libro en el tren, bajar el e-mail o escalar una montaña. Estos inhibidores son los responsables de que podamos concentrar nuestra atención y esfuerzos. Son imprescindibles para sobrevivir. Sí, para sobrevivir… pero no necesariamente para ser creativos. Ahora resulta que varios científicos están demostrando que al pensador creativo le fallan los inhibidores y su cerebro deja, por el contrario, que penetren ideas, ruidos, paradigmas que no tienen nada o muy poco que ver con el tema en el que tiene la mente focalizada.
No me ha extrañado nada este descubrimiento porque sintoniza perfectamente con la idea bien establecida de que el gran salto adelante de la humanidad hace veinticinco mil años se dio en el momento en que surgió la capacidad metafórica:
“Mi hijo es más fuerte que el hierro” -dijo un Cromagnon- mezclando por primera vez los dominios de la biología y los materiales. El mundo aceleró su paso desde aquel momento hace veinticinco mil años.
Si mi interlocutor telefónico está obcecado en que sólo tienen razón unos, o en que su idea del futuro es impoluta en el sentido de que no está contaminada por otras influencias que no sean las suyas, entonces difícilmente podrá ser creativo a la hora de sugerir un nuevo modelo político para Cataluña adecuado a las necesidades del futuro. Si por el contrario, a mi interlocutor le fallan los inhibidores que le permitirían concentrarse en la lectura del libro -y sólo en eso, cuando viaja en tren-, y su mente está invadida todo el rato por ideas, intereses y quimeras que vienen de todas partes y de otras gentes, entonces tiene muchas más posibilidades de ser creativo. Si aplica esta creatividad al diseño de un nuevo sistema político, le saldrán bien las cosas. En todo caso, lo que es seguro es que no existe ninguna posibilidad de que salga algo creativo de una mente en la que los inhibidores latentes no fallan nunca.
un post de noviembre ke pasé por alto vilmente.. XD
Como ocurre a menudo, se aprende más a raíz de las preguntas que le plantean a uno los demás, que de la propia reflexión o ensimismamiento.
- ¿Qué opina de las elecciones catalanas?
- Pues la verdad, llevo varios días en Gran Bretaña entrevistando a científicos para REDES y no las he seguido con suficiente detalle.
- Pero ¿cuál es su opinión? -insistió mi interlocutor telefónico-.
- Mire, es más fácil transformar a Cataluña en una gran potencia industrial que adecuar su sistema político a las necesidades del nuevo siglo. La política es un fenómeno cultural y los cambios culturales son muy lentos; desde luego mucho más lentos que los cambios técnicos. Yo no me pondría nervioso.
Cuando colgué el teléfono, pensé en todo lo que le haría falta a mi interlocutor para esbozar esa adecuación del sistema político a las nuevas necesidades. No se trataría de buscar respuestas geniales sino, simplemente, de ser creativo. Pero ¿conocemos ya las condiciones necesarias para pensar o actuar creativamente? Afortunadamente para mi interlocutor -si quiere tomarse la molestia-, empezamos a saber alguna cosa. Lo más original y convincente nos llega de las investigaciones de aquellos que han buscado en las artes y la ciencia, simultáneamente, las fuentes del pensamiento creativo.
Resulta que de acuerdo con la distinción establecida por el neurólogo Simon Baron-Cohen entre los diferentes sexos -más empatizadoras las mujeres y más sistematizadores los hombres-, los artistas son empatizadores y los científicos tienen dificultades en ponerse en lugar del otro. En contra de las apariencias, se da un mayor porcentaje de creativos entre los artistas que entre los científicos. El primer requisito para que mi interlocutor telefónico pudiera dar con una solución creativa al actual marasmo político consistiría, pues, en que supiera empatizar con las necesidades y problemas de los demás. Le debería importar en mayor medida lo que pasa por la cabeza de la gente que el perfeccionamiento de la maquinaria y futuro de su partido.
La segunda cosa que acabamos de descubrir tiene que ver con unos circuitos cerebrales responsables de que podamos leer en paz un libro en un tren abarrotado de gente que circula a grandes velocidades.
- Eduardo, por favor, ¿qué tiene que ver esto con el diseño creativo de un modelo político para Cataluña? -me dirán algunos.
Pues muchísimo. Gracias a estas investigaciones sabemos, por lo menos, quienes no podrán diseñar este modelo creativo. El mecanismo en cuestión funciona del siguiente modo: en el cerebro hay unos inhibidores latentes que eliminan gran parte de la información o ruido que no tiene nada que ver con lo que estamos haciendo en un momento dado: leer un libro en el tren, bajar el e-mail o escalar una montaña. Estos inhibidores son los responsables de que podamos concentrar nuestra atención y esfuerzos. Son imprescindibles para sobrevivir. Sí, para sobrevivir… pero no necesariamente para ser creativos. Ahora resulta que varios científicos están demostrando que al pensador creativo le fallan los inhibidores y su cerebro deja, por el contrario, que penetren ideas, ruidos, paradigmas que no tienen nada o muy poco que ver con el tema en el que tiene la mente focalizada.
No me ha extrañado nada este descubrimiento porque sintoniza perfectamente con la idea bien establecida de que el gran salto adelante de la humanidad hace veinticinco mil años se dio en el momento en que surgió la capacidad metafórica:
“Mi hijo es más fuerte que el hierro” -dijo un Cromagnon- mezclando por primera vez los dominios de la biología y los materiales. El mundo aceleró su paso desde aquel momento hace veinticinco mil años.
Si mi interlocutor telefónico está obcecado en que sólo tienen razón unos, o en que su idea del futuro es impoluta en el sentido de que no está contaminada por otras influencias que no sean las suyas, entonces difícilmente podrá ser creativo a la hora de sugerir un nuevo modelo político para Cataluña adecuado a las necesidades del futuro. Si por el contrario, a mi interlocutor le fallan los inhibidores que le permitirían concentrarse en la lectura del libro -y sólo en eso, cuando viaja en tren-, y su mente está invadida todo el rato por ideas, intereses y quimeras que vienen de todas partes y de otras gentes, entonces tiene muchas más posibilidades de ser creativo. Si aplica esta creatividad al diseño de un nuevo sistema político, le saldrán bien las cosas. En todo caso, lo que es seguro es que no existe ninguna posibilidad de que salga algo creativo de una mente en la que los inhibidores latentes no fallan nunca.
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